Ayer, nos hemos levantado con la desgraciada noticia de que nunca volveríamos a tenerte delante, con tu guitarra en ristre, sacando del fondo de nuestros corazones las notas de cada una de las canciones que juntos hemos interpretrado. La noticia fue un desgarro de nuestros sentimientos, no por inesperada, ya que todos sabíamos que de un momento a otro sería el fatal desenlace, si no porque sentíamos que una buena parte de nuestros mejores recuerdos del paso por el colegio, se iban directamente al disco duro de nuestra memoria.
Me niego a decir que te has ido, porque siempre he mantenido que uno sólo se va cuando los demás dejan de recordarlo, y sé que no me equivoco al decir que los buenos momentos compartidos contigo estarán siempre presentes en todos y cada uno de los que un buen día, decidimos ponernos a tus órdenes en esta maravillosa locura que es el mundo del ARTE, así, con mayúsculas. El ARTE al que fuiste fiel hasta tu último aliento, como Moliérè o como Maese Pérez, el organista. Porque, aunque el resto de los humanos no pueda entenderlo, el artista sigue al pie del cañón mientras tenga un ápice de fuerza. Probablemente lo heredamos de los hermanos del circo y su famosa frase de "el espectáculo debe continuar". Y así, aún lograste arrancar las lágrimas emotivas de un auditorio compuesto por la familia de los setenta y cinco niños que se graduaban en Educación Infantil, allá por el mes de junio. Te aseguro que yo también me emocioné, pero mi emoción era por verte allí, una vez más, con tu inseparable guitarra, consiguiendo que aquellas niños y niñas entonaran una canción para deleite de sus mamis y papis.
Me encantaría que, en estas fiestas navideñas, hiciéramos un árbol utópico en el cual cada uno de nosotros colgara, en forma de adorno, su mejor recuerdo del Coro: festivales de fin de curso, actos académicos, grabaciones de discos, actuaciones en la televisión o en los festivales de villancicos de la Caja de Ahorros. Yo lo tengo claro, mi mejor recuerdo eran nuestras charlas hablando de música, nuevas canciones o cómo conseguir el tono adecuado, porque aunque todos te decían que muy bien, tú sabías que aún se podría dar una nueva vuelta de tuerca al tornillo de nuestras voces. Porque esa es la cualidad del artista, ir siempre un paso más allá de lo que los demás imaginan.
Hoy nos enfrentaremos a una nueva actuación, pero con una gran diferencia: no será contigo, si no para ti. Esperemos que las emociones no nos jueguen malas pasadas. Sé que el protocolo nos lo impedirá, pero estoy convencido de que todos desearíamos, al acabar, batir palmas rítmicas y gritar con todas nuestras fuerzas, aquella cantinela de "Maria Pilar... María Pilar...".
Lo más fácil hubiera sido comenzar estas líneas diciendo que desde ayer los coros celestiales sonarán mejor que nunca, porque tendrán a la mejor directora. Pero no, eso lo dejaremos para los poetas de verso fácil, porque los coros celestiales han tomado vida en esta tierra, cada vez que te ponías al frente de tus niñas y niños y sacabas de ellos lo más grande: la ilusión por hacerlo bien. Con las tablas que te da el pisar muchos escenarios, incluso nos felicitabas cuando, en alguna ocasión, lo más fácil hubiera sido echarnos una bronca, pero tú, como yo, no creemos en la dureza y la presión para conseguir de los nuestros lo mejor. Tu camino ha sido siempre el de la buenas palabras, los ánimos y la bondad... y los resultados ahí han estado.
¡Qué sólo me has dejado, compañera, en mantener el ARTE vivo en el colegio! Te prometo que yo seguiré al pié del cañón hasta que las fuerzas me acompañen, como no podría ser de otra manera. Sé que en cada cosa que haga, tú estará siempre presente, como lo has hecho durante estos casi treinta años, cosa que yo agradeceré de manera infinita.
En el aula de teatro tenemos un lema "lo bueno que un día hicimos juntos, siempre quedará". Que así sea, y que siempre perduren en nosotros las notas de tu sinfonía: "Sinfonía en ti".
